"BELGRANO Y LOS NIÑOS"
Es dificil abordar un tema como el del título.
Normalmente los "próceres" que nos han dibujado la
historiografía clásica, no parecen haber tenido tiempo que perder, en risas,
amores, alegrías, llantos y que decir en jugar con niños. Pero, como lo venimos
sosteniendo en todos nuestros artículos, incluso nuestros Belgrano y San
Martín, fueron seres humanos, que vivieron,soñaron y sintieron igual que nos.
Cuentan que en el San Miguel
de Tucumán de 1810 a 1820, epoca en que Belgrano caminó por estos lares, no
existían diarios ni revistas, y esto se entendía pues casi el 99,99% de sus
habitantes eran analfabetos. Muy pocos vecinos sabían leer y escribir, y que
además poseyeran una biblioteca donde satisfacer su hábito de lectura, eran aún
menos. Uno de estos exclusivos vecinos de Tucumán, era el Sr. Salvador Alberdi,
vizcaíno, cuya casa se ubicaba en la exacta esquina de las actuales calles 24
de Septiembre y 25 de Mayo, que en ese entonces eran denominadas calle de la
Matriz y calle del Cabildo respectivamente. En dicho lugar, y con puerta
esquinera, don Salvador tenía un negocio de ramos generales. Era uno de los
comerciantes más prósperos de aquella pequeña y pujante población. Don Salvador
era un ferviente revolucionario, muy amigo de Bernabé Araoz, de modo que al
llegar Belgrano a la ciudad en aquel septiembre de 1812 nació una sincera
amistad entre ambos. El comandante patriota era un intelectual, como se sabe, y
don Salvador un voraz lector de cuanto libro eterrizaba por estos pagos. Por
las tardes, Belgrano se llegaba por la casa de Alberdi a departir de política,
fiolosofía, historia y en fin, a comentar maravillados lo que significaba
disponer de una enciclopedia. ¡Que avance!
Quien nos cuenta esto, es un niño
que fue testigo de esta reuniones en su casa, entre el general
revolucionario y el vasco inquieto. Largas charlas al atardecer, que comezaban
con unos mates y remataban, ya a la nochecita con unos fiambres locales regados
por un vinito carlón. Ese niño se llamó Juan Bautista Alberdi, el padre de
nuestra Constitución Nacional.
Según nos narra Juan Bautista,
incluso en la segunda estada de Belgrano en Tucumán, esto es entre 1816 y fines
de 1819, esa amistad se continuó. Los recuerdos de niño, generaron en Alberdi
un sentimiento de admiración por aquel General, de quien se acuerda, llegaba a
casa de su padre y cuando ambos amigos se habían sentado cómodos a
charlar, le prodigaba caricias al niño juguetón.
Pero seguramente la niñez ha sido
considerada por nuestro Belgrano, con la donación de las sumas de premios por
los triunfos de Tucumán y Salta a los efectos que se construyan cuatro
escuelas. Esa obra fue fundamentalmente dirgida a la niñez.
Y no cerremos esta relfexión sin
decir, que en su vida privada, en relación a su hijos no tuvo suerte. A Pedro
Pablo Rosas y Belgrano, que concibió con María Josefa Ezcurra, no pudo aumirlo
jamás como tal, para evitar que cayese sobre el niño y la madre, la condena de
hijo adulterino y de adúltera respectivamente, según lo establecía la
legislación vigente entonces, (La Ley de Partidas). Desde el embarazo en
Tucumán (1812), debió abstenerse de todo contacto y relación con la madre
y el niño, pues la Señora era casada.
En cuanto a la niña fruto de sus amores con
la tucumana Dolores Helguero Liendo, es decir Manuela Mónica, como esta
nació en los finales de la vida de Belgrano, (1819), solo pudo verla cuando se
la llevaba a su casita de la Ciudadela su edecán, Gerónimo Helguera. Belgrano
ya no caminaba, cursaba su lenta agonía.
Luis Horacio Yanicelli
Niña argentina
alumna de la Escuela jujeña donada por Belgrano
Pedro P.
Rosas y Belgrano
Manuela Monica Belgrano