8 de septiembre de 2012


"BELGRANO Y LOS NIÑOS"

         Es dificil abordar un tema como el del título. Normalmente los "próceres"  que nos han dibujado la historiografía clásica, no parecen haber tenido tiempo que perder, en risas, amores, alegrías, llantos y que decir en jugar con niños. Pero, como lo venimos sosteniendo en todos nuestros artículos, incluso nuestros Belgrano y San Martín, fueron seres humanos, que vivieron,soñaron y sintieron igual que nos.

         Cuentan que en el San Miguel de Tucumán de 1810 a 1820, epoca en que Belgrano caminó por estos lares, no existían diarios ni revistas, y esto se entendía pues casi el 99,99% de sus habitantes eran analfabetos. Muy pocos vecinos sabían leer y escribir, y que además poseyeran una biblioteca donde satisfacer su hábito de lectura, eran aún menos. Uno de estos exclusivos vecinos de Tucumán, era el Sr. Salvador Alberdi, vizcaíno, cuya casa se ubicaba en la exacta esquina de las actuales calles 24 de Septiembre y 25 de Mayo, que en ese entonces eran denominadas calle de la Matriz y calle del  Cabildo respectivamente. En dicho lugar, y con puerta esquinera, don Salvador tenía un negocio de ramos generales. Era uno de los comerciantes más prósperos de aquella pequeña y pujante población. Don Salvador era un ferviente revolucionario, muy amigo de Bernabé Araoz, de modo que al llegar Belgrano a la ciudad en aquel septiembre de 1812 nació una sincera amistad entre ambos. El comandante patriota era un intelectual, como se sabe, y don Salvador un voraz lector de cuanto libro eterrizaba por estos pagos. Por las tardes, Belgrano se llegaba por la casa de Alberdi a departir de política, fiolosofía, historia y en fin, a comentar maravillados lo que significaba disponer de una enciclopedia. ¡Que avance!

        Quien nos cuenta esto, es un niño  que  fue testigo de esta reuniones en su casa, entre el general revolucionario y el vasco inquieto. Largas charlas al atardecer, que comezaban con unos mates y remataban, ya a la nochecita con unos fiambres locales regados por un vinito carlón. Ese niño se llamó Juan Bautista Alberdi, el padre de nuestra Constitución Nacional.

       Según nos narra Juan Bautista, incluso en la segunda estada de Belgrano en Tucumán, esto es entre 1816 y fines de 1819, esa amistad se continuó. Los recuerdos de niño, generaron en Alberdi un sentimiento de admiración por aquel General, de quien se acuerda, llegaba a casa de su padre y cuando ambos  amigos se habían sentado cómodos a charlar, le prodigaba caricias al niño juguetón.

       Pero seguramente la niñez ha sido considerada por nuestro Belgrano, con la donación de las sumas de premios por los triunfos de Tucumán y Salta a los efectos que se construyan cuatro escuelas. Esa obra fue fundamentalmente dirgida a la niñez.

       Y no cerremos esta relfexión sin decir, que en su vida privada, en relación a su hijos no tuvo suerte. A Pedro Pablo Rosas y Belgrano, que concibió con María Josefa Ezcurra, no pudo aumirlo jamás como tal, para evitar que cayese sobre el niño y la madre, la condena de hijo adulterino y de adúltera respectivamente, según lo establecía la legislación vigente entonces, (La Ley de Partidas). Desde el embarazo en Tucumán (1812),  debió abstenerse de todo contacto y relación con la madre y el niño,  pues la Señora era casada.

    En cuanto a la niña fruto de sus amores con  la tucumana Dolores Helguero Liendo, es decir Manuela Mónica, como esta nació en los finales de la vida de Belgrano, (1819), solo pudo verla cuando se la llevaba a su casita de la Ciudadela su edecán, Gerónimo Helguera. Belgrano ya no caminaba, cursaba su lenta agonía.

Luis Horacio Yanicelli


                                   Niña argentina alumna de la Escuela jujeña donada por Belgrano


                                                                      Pedro P. Rosas y Belgrano


Manuela Monica Belgrano